Ella se
encontraba repasando su repentino acto fallido, allí estaban plasmadas en la
pantalla la cruel realidad. La negación constante sufrió un breve desliz y, eso
fue todo. Todo.
Siempre le asustó
la profundidad del otro, siempre. Nada más arriesgado que soltarse y dejarse
adentrar en ella, sin red de protección. Protección.
Se dice que
aquello dicho está allí, a la intemperie y lo escrito, bueno, aquello es más
grave aún, de lo escrito no hay retorno. Retorno.
Ella aún
sorprendida de sí misma y su instante de sinceridad fallida se miró
intensamente al espejo y repasó todos los acontecimientos que la llevaron a
dicho momento… y así, sin vueltas y con la honestidad que la caracteriza, concluyó:
“no, no alcanza, yo merezco más”. Más.
Y así fue que
tomó el picaporte y comenzó a cerrar la puerta a su profundidad, aún no está
lista para transitarla, o al menos no la que se le presenta. Aún no. No.